Hay quien las usa como inspiración para saber adónde viajar y hay quien las usa como sustitutivo cuando no puede salir de su ciudad. La verdad es que hay algo contradictorio en las películas de viaje. Mientras las ves y te enamoran, te preguntas qué haces sentado en un sofá o un cine, por qué tú no estás también expuesto a las sensaciones por las que envidias a sus personajes. Algunas quizá sirvan como advertencia de adónde no ir o de qué peligros acechan, pero, en general, las películas de viaje son una de las mejores formas de pedirnos que nos movamos.
Para urbanitas
Trilogía “Antes del…”, Richard Linklater (1995-2005)
No se trata de convertirse en Indiana Jones o en un jedi de Star Wars, que son también, a su manera, películas de viajes, sino de esos pequeños detalles y encuentros casuales que marcan la vida de Julie Delpy y Ethan Hawke en un tren Antes del amanecer. No parece mala idea subirse a un vagón para apearse en Viena con el recién descubierto amor de tu vida. Definitivamente, suena mejor que un reencuentro, 20 años después, con ese mismo crash y su familia, como ocurre en Antes del anochecer, la tercera entrega de esta trilogía de Richard Linklater. Tan agradable es pasearse por los paisajes europeos como verlos a través de ese prisma idealizado y un poco naíf de la juventud americana.
Linklater nos deja postales de los lugares más emblemáticos de Austria, Francia o Grecia, en cintas evocadoras que nos trasladan al carácter y paisajes centroeuropeos y mediterráneos. Se siente la frescura de un aire nuevo, la curiosidad de las conversaciones introductorias, pero también el poso de la decepción y de las fantasías no culminadas que sentimos al madurar.
Ciudades de Woody Allen
Algo parecido ocurre con la serie de películas de Woody Allen a lo largo del viejo continente. Allen se recrean con el romanticismo de París (Medianoche en París), con la pasión de Cataluña (Vicky Cristina Barcelona), con el espíritu cinematográfico de Roma (A Roma con amor), con la flema londinense (Scoop y Match Point) o la elegancia de San Sebastián (Rifkin’s Festival). Todas ellas poseen la inocencia del turista que trata la ciudad como un objeto ajeno, artificial, como suvenires sin demasiada trascendencia. Por eso, la verdadera magia de Allen aparece en esas películas en las que Manhattan se vuelve un personaje por sí mismo. Con filmes como Manhattan, Días de radio o Annie Hall, el neoyorquino se alza en el podio de retratistas de una de las ciudades más cinematográficas, haciendo incluso más méritos que otro de sus ciudadanos ilustres: Martin Scorsese.
Miedo y asco en Las Vegas, Terry Gilliam, (1998)
En las postales europeas de Woody Allen o de Linklater, ocurre que el viaje es circunstancial, una excusa para que los acontecimientos se desaten y una de las muchas condiciones que influyen sobre los héroes en un escenario desconocido. A un ritmo distinto, es también lo que pasa en las lisérgicas aventuras de Johnny Depp y Benicio del Toro en Miedo y asco en Las Vegas, donde extraemos el jugo del desierto y la caricatura más salvaje de la ciudad del vicio. Una película de viajes, incluso en el sentido más alucinógeno del término.
Road movies
Una historia verdadera, David Lynch (1999)
Sin alejarnos de EE. UU. ni de sus grandes genios, en Una historia verdadera, David Lynch ya nos ofrece otra aproximación al concepto de viaje, en el que el trayecto es tan necesario como transformador. En una de sus películas más convencionales, Lynch consigue la versión menos estridente de las películas de viajes, pero también la más emotiva, la más humana y acercada a la realidad, en la que, junto al anciano Alvin Straight, recorremos 500 km en una máquina cortacésped para reconciliarnos con su hermano.
Las uvas de la ira, John Ford (1940)
En cuanto a la necesidad y a lo tortuoso del trayecto, recuerda a una de las obras más conmovedoras de la historia del cine, que, como no podía ser de otra forma, está también basada en un viaje: Las uvas de la ira, un recorrido hasta la costa oeste para escapar de la miseria y alcanzar una tierra prometida que nunca llega.
Hacia rutas salvajes, Sean Penn (2007)
Para la pobre familia Joad, el detonante de su partida es una necesidad material, pero para Cristopher McCandless será una necesidad espiritual lo que lo conduzca de la abundancia a la extrema austeridad. Hablamos de Hacia rutas salvajes, una de las obras maestras de Sean Penn, acompañada por la música inolvidable de Eddie Vedder.
Easy Rider, Dennis Hopper (1969)
Todos ellos, viajes en busca de algo, viajes con objetivos. Pero asumámoslo, la verdadera road movie es aquella en la que no hay más motivación que la propia carretera, en que los personajes se dejan consumir como las ruedas de sus coches y sus motos. Es casi un mito fundacional de la cultura estadounidense, que nadie retrata mejor que Dennis Hopper en Easy Rider, pero que también tiene su versión femenina con Thelma y Louise. Y una mucho más turbadora es la que vemos en Lolita.
Y tu mamá también, Alfonso Cuarón (2001)
No solo para los estadounidenses resultan inspiradoras las grandes distancias del continente americano. Al sur de la frontera, México despliega todos sus encantos en Y tu mamá también, donde la pasión efervescente de la adolescencia se mezcla con el amor, con el descubrimiento y con la realidad de la edad adulta en forma de enfermedad. Todos estos matices de sus tres personajes se trasladan a los paisajes policromáticos de desierto y playa mexicanos. Una película de azules, verdes, turquesas, amarillos, marrones, salitre y sed.
Diarios de motocicleta, Walter Salles (2004)
Desde México, un universo de posibilidades se abre hacia el sur. También de mano de Gael García Bernal, pero ahora transformado en un joven Che Guevara, Diarios de motocicleta es una película sobre un viaje en que la pobreza y la belleza de los escenarios transforman la manera en que el joven Ernesto ve el mundo e interactúa con él. Nos acerca a una serie de lugares apasionantes y a la idiosincrasia latinoamericana. Los dos amigos quieren ver tanto como puedan del continente y en su Norton 500 parten de Buenos Aires para empaparse de Chile, Perú, Venezuela, de desiertos a selvas y hacia el Caribe. Una película de viajes para la historia, y cuyo final es también historia.
En plena naturaleza
La misión, Roland Joffé (1986)
La belleza de los paisajes llega a un puto todavía más salvaje en La Misión, que tanto nos aproxima a la naturaleza como a una parte fundamental de la historia colonial de la región en que transcurre. El viaje planteado como una visión religiosa, donde el objetivo vale cualquier esfuerzo.
Fitzcarraldo, Werner Herzog (1982)
Una función similar tiene Fitzcarraldo, donde la ingobernabilidad de la selva es ideal para uno de los personajes y una de las historias más carismáticas de entre todas las películas de viajes, tan famosa por su genialidad como por ser uno de los rodajes más estrambóticos del cine. El Amazonas de Brasil y Perú no hacen sino potenciar la conmovedora actuación de Klaus Kinski y las excéntricas ideas de Werner Herzog.
Siete años en el Tíbet, Jean-Jacques Annaud (1997)
Otra obra sobre cómo la voluntad del hombre lucha contra los elementos hostiles de un paisaje es Siete años en el Tíbet, en la que Brad Pitt encarna al alpinista austríaco Heinrich Harrer y sus aventuras en las montañas asiáticas.
Viaje a Darjeeling, Wes Anderson (2007)
Seguimos con la naturaleza exuberante, pero en este caso con la de India y su medio de transporte por excelencia: el tren. Con Viaje a Darjeeling, Wes Anderson se inspira en la diversidad india para facturar una de sus cintas más sinestésicas, una película de viajes que es un torbellino de escenarios, colores, olores, sonidos e inesperados giros de guion.
El tren, el más romántico
Asesinato en el Orient Express, Sidney Lumet (1974)
Anderson nos deja en el aire una pregunta: ¿qué es más conmovedor, la India o el propio tren como medio de transporte? El tren es el motor de películas de viajes de todo tipo, desde de romances a comedias… o thrillers. Ejemplos hay, precisamente, para parar un tren. Desde El expreso polar, Asesinato en el Orient Express o la infinita gama de escenas que Hitchcock rueda en los vagones que atraviesan Estados Unidos, con sorprendentes encuentros y una tensión argumental insuperable.
Doctor Zhivago, David Lean (1965)
Si hablamos de trenes, no hay ningún país como Rusia, que Omar Sharif recorre encarnando al Doctor Zhivago para mostrarnos la estepa interminable. Abedules, samovares, nieve e Historia con mayúsculas, todo en una película de viajes perfectamente rusa, que, sin embargo, fue rodada en el centro de España.
Alicia en las ciudades, Wim Wenders (1974)
Hagamos recuento: hasta ahora, el continente americano se impone en nuestra lista de películas de viaje. Quizá Europa, con su tamaño reducido, sea menos proclive a la carretera, pero sería injusto no recordar los derroteros por toda Alemania de todo un clásico europeo: Alicia en las ciudades, una tierna y muy dinámica película con la que nos sentimos deambular por un país en plena reconstrucción.
Navegar por aguas revueltas
Apocalypse Now, Francis Ford Coppola (1979)
Así como hay países que se comprenden en tren y otros que se comprenden en coche, para muchos otros es necesario subirse a un barco. Nada mejor que avanzar Mekong arriba hacia el corazón de las tinieblas para conocer los intrigantes paisajes de Camboya y Vietnam en Apocalypse Now, con un Marlon Brando capaz de atemorizar al aventurero más pintado.
Triángulo de la tristeza, Ruben Östlund (2022)
Para otros se queda el placer de ir en barco, pero también las desventuras: recordemos un clásico como Titanic o un genial estreno como Triángulo de la tristeza. Distintas formas de resolver un naufragio, así como un buen recordatorio de que todo viaje se puede convertir en lo más inesperado. Si a estas dos les añadimos Poseidón, igual se nos quitan las ganas de volver a navegar…
El turista, Florian Henckel von Donnersmarck (2010)
Basta con recordar El turista para desear estar en los canales que acogen a Johnny Depp y Angelina Jolie en Venecia… aunque la calidad de la cinta es inversamente proporcional a la belleza de los paisajes, y después de verla, querremos más que nunca escaparnos de viaje y no volver a pisar un cine. Es curioso cómo las aventuras marítimas nos llevaron desde el sudeste de Asia hasta el norte de Italia y el Ártico.
Historias cruzadas
Babel, Alejandro González Iñárritu (2006)
Realmente, es curioso, en general, cómo las historias se entrelazan hasta el punto de hacer que el mundo parezca pequeño, como nos demuestra la ecléctica Babel. Una película cuyos viajes cambian de tonos, de ritmo, de personalidad y de lenguaje según cambia también de latitud: de México salta a Marruecos, de Marruecos a Japón, de Japón a California, y vuelta a empezar.
Lost in Translation, Sofia Coppola (2003)
Con ella llegamos también a Lost in Translation, una película de viajes estática, en la que apenas nos movemos de Tokio, pero que retrata como ninguna otra esa óptica extraña del turista, ese momento en el que todo sorprende, todo emociona, todo es ajeno como para un niño, ese instante de desorientación en el que “todo el mundo quiere ser hallado”, como confiesa Bill Murray. El estar en un lugar lejano para volver a emocionarse como un niño.
El cielo protector, Bernardo Bertolucci (1990)
Una sorpresa que, a veces, se puede convertir en inadaptación, en la dificultad de encontrarse a uno mismo ante estímulos demasiado desconocidos. Que se lo digan a los personajes de Bertolucci en El cielo protector, unos neoyorquinos que aterrizan en el norte de África para resolver sus problemas de pareja, pero cuya inocencia los acaba envolviendo en una peligrosa trama..
Odisea en el espacio, Stanley Kubrick (1968)
Empezábamos con Star Wars y acabamos también viajando fuera del planeta con otra de las películas de viaje (a su manera) cuyo título nos lleva a uno de los primeros viajes literarios: la Odisea. Stanley Kubrick la reformula para trasladarnos hasta el espacio exterior en 2001: Una odisea del espacio, donde la ciencia ficción recoge algunas de las preocupaciones más profundas del ser humano.
La lista es muy larga, casi infinita, pero la realidad lo es todavía más. Si las emociones del cine son fuertes, las de convertirte en el personaje de tu propia película de viajes no tienen precio. Qué mejor que ver cualquiera de estas películas de viaje en la pequeña pantalla de un avión hacia tu destino soñado.